Una palaba extraña en unos atrayentes versos ...
CONTAR UN CUENTO
Es el país de Irás y No Volverás
donde los relojes marcan el invierno en punto
y sólo en tu memoria habría primavera
si tuvieras tiempo para recordar
Pero sólo hay tiempo para buscar a la reina blanca
Aquí se congela el corazón y no puede romperse
Aquí se congelan las fuentes del llanto
Aquí se congelan las palabras que designan cosas de colores
y sólo sobrevive la palabra de su nombre
Pero tú no sabes cómo se llama la reina blanca
Se sabe poco de la reina blanca:
que habita un silencio sin ventanas
que habita el castillo de Salsipuedes
que habita el lugar del frío
Se sabe poco de la reina:
que es completarnente blanca
que ni pensando todas las rosas juntas
se podría armar un arrebol en sus mejillas
y que ni con todas las alas de todos los pájaros
se podría emigrar de su invierno en punto
Se sabe poco de ella
Pero no necesitas más para buscarla
ni necesitas más para encontrarla
y avanzar alejándote de ella para siempre
y descubriendo que ya no dejas huellas sobre la nieve
y descubriendo cómo pierdes toda prueba de la vida.
Ulalume González de León
y entre uno y otro...
Los cielos estaban cenicientos y lúgubres.
Los follajes crispados y huraños.
Las hojas marchitas y secas.
Era una noche del solitario octubre,
Del más inmemorial de los años.
Fue cerca del oscuro lago de Áuber,
En la región brumosa de Weir,
Junto a la ciénaga brumosa de Áuber,
En el bosque embrujado de Weir.
A través de un paseo titánico de cipreses
Vagaba yo en soledad con mi alma;
De cipreses, con Psiquis, mi alma.
Mi corazón era entonces volcánico,
Como las escorias que ruedan en los ríos,
Como las lavas que ruedan intranquilas
En las sulfúreas corrientes del Yaanek,
En los últimos climas del polo
Que gimiendo mientras bajan rodando el monte Yaanek
En los reinos del polo boreal.
Nuestra charla había sido grave y moderada,
Pero nuestros pensamientos estaban paralizados y marchitos;
Nuestros recuerdos, inciertos y gastados,
Pues no sabíamos que el mes era octubre
Ni advertimos la noche del año
(¡Ah, noche entre todas las noches del año!)
No vimos el oscuro lago de Áuber
(Aunque ya habíamos bajado por allí).
No recordamos la húmeda ciénaga de Áuber
Ni el bosque embrujado de Áuber.
Y entonces, cuando la noche envejecía,
Cuando el cuadrante astral señala la mañana,
Al fin de nuestra senda,
Un lácteo fulgor nacido
Fuera del cual un milagroso creciente
Se alza con doble cuerno:
El creciente diamantino de Astarté
Claro y con su doble cuerno.
Y le dije: "Es más tibia que Diana:
Flota en un éter de suspiros,
Ríe en una región de suspiros:
Ella ha visto que las lágrimas no se secan,
Aquellas mejillas donde los gusanos nunca mueren,
Y ha pasado por las estrellas del León
Para señalarnos la senda de los cielos
De la paz leteana del Cielo;
Sube a pesar del León
Brillando sobre nosotros con su mirada confiada,
Sube sin temer el cubil del León,
¡Con amor en sus ojos radiantes!
Pero Psiquis, levantando su dedo dice:
"De esa estrella, oh mortal, desconfía:
De su extraña palidez yo desconfío.
¡Oh!, ¡apresúrate! ¡No meditemos!
¡Oh!, ¡vuela! ¡Ven!, huyamos; debemos hacerlo"
Aterrorizada habló, dejándome por el polvo.
Todavía ellos, apesadumbradamente, las arrastraban por el polvo.
Yo contesté: "Esto no es nada sino un sueño;
Sigamos su trémula luz;
Sigamos bañándonos en su cristalina luz;
En su sibilino esplendor está brillando
La Esperanza y la Belleza de esta noche.
¡Veo sus alas subir al firmamento a través de la noche!
Confiémonos en su resplandor
Y con seguridad nos llevará felizmente.
¡Confiémonos en un resplandor
Que no puede sino guiarnos con acierto
Cuando sube al Cielo en medio de la Noche!"
Así calmando a Psiquis, la besé,
Intenté alejar su melancolía
Y vencí sus escrúpulos y tristeza;
Pero estábamos parados a la puerta de una tumba;
Cerca de la puerta de una legendaria tumba.
Y yo dije: "¿Qué lees, dulce hermana,
En la puerta de esa legendaria tumba?"
Y ella dijo: "Ulalume, Ulalume.
¡Es la tumba de tu perdida Ulalume!"
Sentí mi corazón lúgubre y yerto
Como cuando las hojas se crispaban,
Como cuando las hojas estaban marchitas y secas.
Y yo grité: "¡Será seguramente octubre!"
Fue una noche idéntica, hace un año
Cuando viajé, cuando descendí hasta aquí..
Llevando una terrible carga.
¡Aquella noche, aquella noche del año!
¡Oh!, ¿qué demonio me trae hasta aquí?
Reconozco la ciénaga de Áuber
Y la región brumosa de Weir;
Bien conozco ahora que ésta es la ciénaga de Áuber
y aquél el embrujado bosque de Weir!
Ulalume,de Edgar Allan Poe
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