Y conocí aquel poeta, en lo más íntimo que se puede llegar, la casa y la habitación de
alguien… aunque siempre hay algo más íntimo que una cama o unos
pensamientos revueltos. A veces creo que las personas somos seres extraños, amorfos
y escurridizos, aun cuando nuestra piel nos delineé y de algún modo nos someta.
En ocasiones cierro los ojos, pienso en lo que toco, imagino que esa piel dista mucho de ser una frontera,
entonces mi propia piel avanza y mis sentidos se vuelven sendero en el que descalza
deambuló como una turista asombrada del mapa sin trincheras que recorre. Y todo es tránsito… y
lo que era un pensamiento una creencia inmóvil se transforma en una multitud de
posibilidades –y en una placentera elección de ellas.
En otras, la misma piel que me
anima me confronta, me recuerda mi incesante búsqueda, aquella que se traduce en esa forma tan extraña y por momentos desesperada de asirme a lo que
considero mi cotidianidad. Me trae en cuenta que me siento torpe viajando de paso, aunque transporte y terminales sean una constante y haya lugares y gente que se vuelvan familiares, es decir, confianza y despreocupación... y pueda dormir fácilmente en un rústico asiento... a veces es como si estuviera en una habitación a oscuras... entonces me da por pensar que es como ese servicio de transporte ordinario donde se puede encontrar cualquier cosa, tan exquisitamente asombrosa como desagradable...
Sea cual sea siempre es mucho mejor viajar por la piel y la carretera desde lo extraordinario. Desde lo que permite colocar en el alma un caminito titilante como el eco de un caracol sobre las rocas, o el torbellino de sensaciones que lleva a la consciencia cuando el agua toca
intempestivamente la árida tierra. Es como andar entre plazas y mercados, con todos su olores, sabores y texturas... tocar, probar, oler y dejarse tocar (conociendo lo desconocido).
A veces me cuesta digerir las fugacidades –a pesar que
la vida y las personas estemos tan llenas de ellas–, y a sabiendas que lo perdurablemente transitorio generé una multitud de temores, o
inundé la antesala con fantasmas.